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sábado, 15 de noviembre de 2014


Presentación de estas Memorias Impías.


En venturosa frase de Fernando R. Lafuente[1] “Un libro de memorias  es algo escrito  después del tiempo transcurrido, no es un diario sino una mirada hacia el pasado nutrida de anotaciones recogidas a lo largo de la vida: epifanías, hechos, conversaciones, descubrimientos, desasosiegos; notas que los años han dejado en carpetas hasta que aparece la recreación, el viaje hacia el interior del memorialista con toda la carga de melancolía, de venganza, de recuerdos y de ausencias que conlleva. (…)… las memorias tienden al ajuste de cuentas, incluso, y así son las mejores, con uno mismo.”
Precisamente por todo ello decidí titularlas Memorias impías. El diccionario de nuestra Real Academia Española define impío como falto de piedad y falto de religión. Y, a su vez, piedad, en su acepción tercera, la define como lástima, misericordia, conmiseración. Quede nítida pues la filosofía de estas memorias.
Durante años me atenazó la duda hamletiana:
“ser o no ser… He ahí el dilema.
¿Qué es mejor para el alma,
Sufrir insultos de Fortuna, golpes, dardos,
O levantarse en armas contra el océano del mal,
Y oponerse a él y que así cesen?

Pasados los años, la duda se disipó, máxime después de sufrir, en reflexión del filósofo Bertrand Rusell, “...la experiencia de los peores males a los que nos somete la vida: la traición de los amigos, la muerte de aquellos a quienes amamos, el descubrimiento de la crueldad que se agazapa en el común de las gentes.”[2]
Habiendo constatado que “La vida se ha convertido, viéndola con la perspectiva total que es la filosofía, en un caprichoso pulular de insectos humanos sobre la tierra”[3]; que “Sabemos que un hombre puede leer a Goethe o a Rilke por la noche, que  puede tocar a Bach o a Schubert, e ir por la mañana a su trabajo en Auschwitz”[4], que “En este momento la búsqueda de la libertad y la soledad está condenada como algo políticamente incorrecto, egoísta  y poco pertinente para nuestra sociedad angustiada”[5] y que, además, “El Homo oeconomicus es un sociópata”[6], es por lo que he decidido retirarme a mis cuarteles de invierno, observando el precepto de  Quevedo: “Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos…”.
 Siempre he coincidido con Victor Hugo en su aserto de que “Solo viven aquellos que luchan”, más después de casi cinco  décadas de batallas  directas en múltiples campos, como el  jurídico, el ambiental, el político-social, etc., en los que fundamentalmente me he desenvuelto como profesional, como intelectual  y como activista, he decidido pasar a la lucha en la distancia y el retiro sólo a través de la escritura, utilizando estas memorias para dejar testimonio de mis experiencias, positivas y negativas, además de las frustraciones y desengaños sufridos en este país, definido  por el poeta Antonio Machado en Campos de Castilla como “Esa  España inferior que ora y bosteza, vieja y tahúr, zaragatera y triste; esa España inferior que ora y embiste, cuando se digna usar la cabeza.”
Concluyo haciendo mío el título de la obra de dos grandes escritores e intelectuales, Mario Vargas Llosa y Claudio Magris: La literatura es mi venganza.[7]





[1] “Crimen perfecto”, ABC cultural, 9 de marzo del 2013.
[2] Russell, Bertrand,  Autobiografia, p. 220.
[3] Russell, Bertrand,  Autobiografia, p. 288.
[4] George Steiner.
[5] Harold Bloom, El Cánon occidental, p. 532.
[6] Stout, Lynn A., jurista de la Universidad de Cornell.
[7] Vargas Llosa, Mario y Magris, Claudio, La literatura es mi venganza, Anagrama, 2014.